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Son las 3:30 pm y mi tercer infusión de quimio ha terminado. El ritual comenzó alrededor de las 9:30 am en la oficina del Dr. K. Sin embargo, a pesar de ser largo como un vuelo de costa a costa, en lo que pareció un abrir y cerrar los ojos la tercera quimio llegó a su final.
Chequeo de signos vitales (¡sin subirse a la balanza!), recuento de glóbulos, y drogas para las náuseas. Luego el goteo real: droga 1, droga 2, goteo de inmunoterapia y finalmente uno más.
¿Puedo correr al baño antes de la próxima droga? —le pregunté a una de las enfermeras?
Si me das unos segundos, vas a estar lista —respondió ella sin más.
¿Lista, lista? —pregunté sorprendida.
Lista con esta ronda de quimio y, por hoy, te podés marchar.
Levanté las cejas (¡todavÃa tengo cejas!) con asombro y sonreÃ. La infusión de quimio habÃa pasado rápido. Y esto me hizo pensar...
Al principio, habÃa ansiedad y muchas preguntas a lo desconocido que me habÃa sido impuesto. Después de tres ciclos, muchas respuestas y mi propia experiencia, la ansiedad (con altibajos) se ha empezado a disipar. Lo desconocido fue cobrando sentido y ese sentido se volvió parte de mi habitualidad.
Habiendo llegado a la mitad de mis infusiones de quimio, fui entiendo y aceptando gradualmente los vaivenes de este viaje. Y tal vez por eso las sesiones fluyen con naturalidad.
Mientras escribo, me detengo a pensar otra vez —siempre hay una excusa para pensar un poco más... Y empiezo a ver que las sesiones de quimio no son el objetivo final del viaje.
El objetivo final del viaje está más allá.