Mañana es la sexta, mi último día de quimio. Es difícil creer que la primer ronda de este viaje comenzó apenas unos meses atrás. Mientras me preparo para dar vuelta la última página de este capítulo, siento una inmensa satisfacción por el desafío alcanzado y el objetivo hecho realidad. He tenido altibajos y la tarea no ha sido fácil, pero he ganado un tesoro en lecciones de vida y he llegado erguida hasta el final.
Pensé en escribir muchas veces durante esta última semana y, por una razón u otra, lo fui dejando pasar. Sigo creyendo que las cosas por algo suceden en esta vida. La pregunta es ¿por qué no pude dejar que mis dedos corrieran por el teclado? ¿Qué me impidió sentarme a escribir y postear?
¿Me creerían si les digo que una parte mía va a extrañar las sesiones de quimio? Hay algo en ellas que me hace sentir inmensamente querida y cuidada de par en par. El Dr. K, las enfermeras, mi fiel compañera de gorra fría y las demás pacientes se han convertido en parte importante de mi comunidad terapéutica y eso va a ser algo difícil de soltar y dejar atrás.
Mañana es día de graduación en este capítulo de quimioterapia. Una fase de mi tratamiento termina y obtengo mi diploma con estilo y valor. A pesar de las náuseas, la caída del cabello y efectos secundarios no muy elegantes, la quimio me ha regalado un nuevo nivel de fortaleza, el amor y el compañerismo de muchos, y un suelo limpio y fértil para nueva vida que empieza a germinar.
¡Brindo por las ventajas de la quimioterapia! ¡Brindo por la comunidad terapéutica y de sanación!
No elegí transitar este camino, pero el vaso está cada vez más lleno. ¡Dios mío, cuánto me ha dado este viaje, desde el principio hasta hoy!
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