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Cuando me dijeron que necesitaría quimioterapia, mi reacción visceral fue: ¡VOY A PERDER EL CABELLO! Nuestras mentes están sesgadas para creer que la realidad se limita a lo que vemos y, dado que la pérdida de cabello es visible (pero el cáncer no lo es), la mayoría de los pacientes suele agonizar más por la pérdida de cabello que por el fantasma del cáncer que la quimio está tratando de eliminar.
Cuatro meses atrás, cuando el Dr. K. me dijo que necesitaría quimio, agité un mechón de mi pelo largo y oscuro y le pregunté (sollozando, pero con estilo): ¡¿Has visto mi cabello ?! ¡¿Realmente lo voy a perder?!
Hay algunas opciones para enfriar el cuero cabelludo -dijo sin mayor entusiasmo-, pero no hay garantías y luego la gente se decepciona ...
¿Enfriamiento del cuero cabelludo? —le pregunté (aún sollozando).
Un tipo de tratamiento en el que se usan gorros fríos en la cabeza durante cada infusión de quimio y así se limita el acceso de las drogas a los folículos capilares —explicó.
¡Momento! ¿Una oportunidad para salvar mi cabello? -pensé. ¿Realmente estamos pasando esto por arriba por miedo a la decepción? La mayor decepción ha sido el cáncer de mama en sí mismo. El hecho de que el enfriamiento del cuero cabelludo resulte (o no) efectivo no iba a torcer la balanza... Si de hecho hay una opción para preservar mi cabello -me dije-, ¿por qué no intentarlo?
Con la ayuda de una fiel amiga (sabés quién sos y te estaré eternamente agradecida) reuní toneladas de información y, a pesar de la falta de garantías, el costo y el esfuerzo, le di la bienvenida a la gorra fría.
Cuatro meses y cuarenta y tantas horas de gorra fría más tarde, de momento, ¡más del NOVENTA POR CIENTO DE MI CABELLO PERMANECE INTACTO!
La expresión de las personas cuando voy a una nueva sesión de quimio es gratificante y alentadora, pero, al mismo tiempo, me da cierta tristeza y decepción. Siempre hay una paciente que mira mi cabello y mi gorra fría confundida, preguntándose cómo es que no sabía de su existencia y cómo es que me enteré yo...
¿Qué habría pasado de haber descartado la gorra fría sin intentarlo? ¿Cuánto estrés habría agregado a este viaje influenciada por las no-garantías y el miedo a la decepción?
La gorra fría ha salvado más de lo que salta a la vista. Ha salvado mi cabello, mi autoestima y también parte de quien soy. Me ha dado energía para el tratamiento y me ha ayudado a mantener el foco, preservando normalidad en mi días para concentrarme en mi recuperación.
En la quimio (y en la vida) hay que mirar bajo la superficie, porque siempre hay más que lo obvio para intentar y apre(he)nder. En la quimio y en la vida hay que arriesgar sin garantía. De otro modo no sabemos de lo que nos podemos perder.
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