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¿Se acuerdan cuando dije que "la mierda ocurre"? Bueno... es asà nomás. Justo cuando creés que el cáncer de mama y la quimio son suficiente, te llueven más pruebas de la nada.
Durante los primeros cuatro ciclos de quimio, mi cabello se mantuvo bastante bien. De hecho, se veÃa tan bien que el Dr. K. se referÃa a mà como la "chica poster".
Me habÃan dicho que los ciclos de quimio tres y cuatro serÃan el mayor desafÃo para el cabello y, después de eso, la caÃda se estabilizarÃa. Imaginen entonces mi sorpresa cuando, después de la quimio cinco, mi cabello comenzó a caerse más de lo habitual...
¿Que hice? Lo lógico: Me asusté.
Todo comenzó dos dÃas después de la quimio cinco, cuando noté más desprendimiento cada vez que me pasaba los dedos por el cabello —si se preguntan por qué seguÃa pasándome los dedos por el cabello, la respuesta es que necesitaba verlo para creerlo, y no podÃa controlar la necesidad de comprobar cuánto cabello se caÃa cada vez. Suspiro…
Los cabellos caÃan como hojas de árbol en otoño y no era sólo un puñado... ¡Eran U-N M-O-N-T-Ó-N!
¡Estoy perdiendo el cabello! ¡Estoy perdiendo el cabello! —lloré en la cocina—, y, como siempre, mis hijas estaban ahÃ, a mi lado.
Está bien —dijo mi hija mayor sosteniéndome en sus brazos. Déjalo salir todo. Estás haciendo malabares con muchas pelotas al mismo tiempo. Es bueno llorar y es bueno para nosotras ver que no siempre podés con todo.
El abrazo de mi hija fue reconfortante, pero la ansiedad y el miedo aún seguÃan ahà ... Sé que mi cabello es algo trivial en comparación con el fantasma del cáncer, pero verlo caer fue aterrador y se sintió como una bofetada en la cara.
Verán... Mientras pueda conservar mi cabello, puedo hacer de cuenta que el cáncer nunca sucedió. Pero, si todo mi cabello se cae, no habrá más lugar para esconderme. Será un recordatorio constante de mi cáncer-quimio existencia y ese no es un lugar divertido para estar (se los puedo asegurar).
Pasaron unos dÃas, la ansiedad siguió creciendo y las cosas empeoraron cuando me lavé el cabello. PERO, después de un largo llanto, algunos abrazos más de mis hijas y una charla de café sobre enfoque y optimismo, recordé mi Balance de Medio Tiempo y decidà seguir mi propio consejo: Sacudirme el polvo y volver al ruedo.
Aunque no puedo controlar la caÃda del cabello, puedo recuperar el control de mi forma de pensar. No es fácil y no siempre fluye naturalmente, pero ¿por qué no intentarlo cuando la alternativa es seguir hundiéndose en un agujero gris de tristeza y ansiedad?
Primero, dejé de pasar mis dedos por mi cabello. Se iba a caer o no, pero el constante chequeo manual no iba a ayudar.
Segundo, me comuniqué con una colega cuya hija también habÃa pasado por quimio y pérdida de cabello —a veces es necesaria una buena sesión de terapia telefónica para obtener perspectiva y repensar.
Tercero, hice una pausa, respiré hondo y tomé la decisión consciente de darle un nuevo giro a las cosas.
Tu hija perdió el cabello a la mitad de la quimio, ¿no es as� —le pregunté a mi colega.
Sà —fue la primera parte de su respuesta y luego continuó. Perdió un cincuenta por ciento de su cabello, cuando estaba a dos tercios de sus doce rondas de quimio.
Entonces ... ¿no lo perdió todo? —pregunté aliviada, dejando de mirar el vaso medio vacÃo.
No, no perdió todo el cabello. Y, después de la quimio, el cabello perdido volvió a crecer.
Las palabras "cincuenta por ciento" seguÃan flotando en mi cabeza ... ¿Estaba cayendo, una vez más, en la trampa del todo o nada?
Corrà a mi habitación y me miré en el espejo (no con los ojos del miedo, sino con una mirada real). Aún podÃa ver una cabeza llena de cabello. Literalmente, L-L-E-N-A.
Esto me hizo pensar ...
Entre perder todo el cabello y no perder nada, hay un océano de distancia. Y, aunque el miedo es real, comprendà que, antes de entrar en pánico, debo hacer una pausa, abrir los ojos y ver lo que realmente está sucediendo en ese océano de la mitad.
Mi conclusión esta vuelta es la siguiente: No mires con los ojos del miedo, ni repares sólo en lo que (de momento) falta. Cuando de mirar se trata, hay que pegar una mirada real. Para ver lo que realmente tenemos frente a los ojos y también imaginar lo que, aun hoy no estando, con el tiempo puede llegar a estar.