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Cuando contabilizar nuestras pérdidas limita nuestra capacidad de avanzar.


Hace un par de semanas, salí a caminar con mi amiga T, una mamá del barrio recientemente diagnosticada con cáncer de mama que acaba de terminar su quimioterapia (¡yupi!). T y yo solemos juntarmos de tanto en tanto para hacer caminatas-endorfínicas y apoyarnos mutuamente con ejercicio, conversaciones profundas y un poco de charla de chicas.


Era una hermosa mañana de otoño, y nos encontramos al pie de Mills Canyon Trail: 1.5 millas de bosque fragante y verdor exuberante escondidos en el corazón de nuestro vecindario (suficiente para distraernos de nuestras preocupaciones y, al mismo tiempo, mantenernos a minutos de nuestro café favorito y el supermercado).


T y yo estábamos en medio de nuestra caminata matutina cuando, como era de esperarse, nos encontramos hablando de EL tema: nuestro P-E-L-O.


“¿Se sigue cayendo? ¿Se ha detenido la caída? ¿Se ha vuelto más fino? ¿Volverá a crecer? ¿Quedará fino para siempre? ¿Se volverá más fuerte? " En pocas palabras, la típica charla de una chica-quimio... Y entonces, T mencionó que estaba guardando todo su cabello caído en una bolsa.


"¡¿Qué?!" Salté en una mezcla de conmoción, incredulidad y horror.


"¿Por qué hacés eso?" pregunté.


T me miró con calma y me dio un razonamiento muy lógico: "Es la forma en que sé de verdad cuánto cabello estoy perdiendo".


"Tenés que dejar de hacer eso", la regañé. “Dejá de mirar el cabello que estás perdiendo. Concentrate en todo el cabello hermoso que todavía tenés y deshacete de esa bolsa".


“Lo sé, lo sé…” respondió T, (aunque no estoy segura de que la bolsa haya llegado a la basura).


Esto me hizo reflexionar (al margen de la historia de T): ¿el llevar cuenta constante de nuestras pérdidas, nos ayuda a procesar mejor nuestros miedos y dolores, o se interpone a nuestra capacidad de avanzar?


Creo que la respuesta yace en algún punto intermedio y hay un poco de ambas cosas (en materia de quimioterapia y en la vida en general).


Dicen que el dolor de perder algo (o alguien) valioso es psicológicamente dos veces más fuerte que el placer de ganar (o retener) a alguien o algo. En pocas palabras, preferimos no perder antes que ganar. Esto se conoce como aversión a las pérdidas y es seguida de cerca por su prima directa, la atención a las pérdidas (es decir, la tendencia a asignar un mayor grado de atención a las pérdidas incurridas que a las ganancias extraídas en una situación particular).


En autos Cáncer vs Cabello, aun cuando tenemos la suerte de retener una porción significativa de cabello, no dejamos de lamentarnos por los mechones caídos. Y en autos Ganancias vs Pérdidas del la Vida, nuestro comportamiento es bastante similar.


Podría argumentarse que ésta es una forma de enfrentar las cosas, pero hay una delgada línea que separa la atención a las pérdidas como etapa del proceso que lleva a aceptarlas, y la atención que lleva al estancamiento y no nos permite avanzar.


Estaba debatiendo este tema con la enfermera J durante mi sesión de Herceptin más reciente, cuando una paciente sentada en una esquina dijo: "¡Hay que aprender soltar!"


Esto me hizo pensar en mi propio mecanismo de procesamiento de pérdidas ... ¿Será que he estado cargando mi propia bolsa de cabellos desprendidos (en materia de quimioterapia y también más allá)?


Con las Fiestas a la vuelta de la esquina, mi identidad profesional en pseudo limbo y los altibajos de mi nueva estructura familiar, en las últimas semanas me he encontrado pensando en lo que solía ser y este año no será. Y ¡ay!, me sumergí en un mundo de cavilaciones y soliloquios, girando mentalmente sobre mi eje y enredándome en mi propio pensar y rumiar.


Suspiro…


De pronto, conecté los puntos y me sorprendió un inesperado insight: mi propio sesgo de aversión a las pérdida se había llevado (al menos temporariamente) lo mejor de mí, perdiendo de vista el vaso medio lleno y bloqueando mi capacidad avanzar.


Es cierto que parte de mi cabello se ha afinado, PERO ya no se cae Y, paradójicamente, el nuevo cabello que va creciendo es más oscuro y más fuerte que los mechones que perdí.


Es cierto que todavía no puedo volver a mi vida de abogada, PERO, mientras tanto, un nuevo y audaz perfil de escritura creativa ha aflorado Y, en el proceso, me estoy curando y ayudando a otras mujeres a transitar su propio quimio-andar.


Es cierto que las Fiestas serán diferentes este año, pero diferentes no significa tristes o solitarias. Un ejército de afectos me acompaña y va a reunirse alrededor de mi mesa una vez más. Estoy sana, recibiré el Año Nuevo libre de cáncer y hay muchas Fiestas por delante para festejar y brindar.


Las pérdidas (de cabello o cualquier otro tipo) dan miedo, porque nos dejan un vacío -un vacío de cabello, un vacío de estructura, un vacío de amor… Pero tenemos que enfrentar ese vacío para poder procesarlo. Tenemos que abrazar ese vacío para sanar.


Un vacío no es meramente la “ausencia” de algo, sino también la “presencia” de una oportunidad.


Ahí es cuando dejamos de dar vueltas en círculos.


Ahí es cuando comenzamos a salir adelante y avanzar.

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