¿Recuerdan cuando conté que los dÃas cinco, seis y siete fueron fatales? Realmente lo fueron. Pero creo que en la vida hay un lado positivo en casi todas las cosas, y algo bueno puede salir incluso de un dÃa fatal.
La mañana del dÃa seis le envié un mensaje de texto a Carol, mi suegra. ¿Podés venir? Una hora más tarde, llegó y nos salvó,
¿Cómo puedo ayudar? —preguntó Carol cuando bajó y me vio acostada en la cama.
Acompañame mientras duermo y dame la mano —dije yo.
Lo que creÃmos serÃa una visita de unas pocas horas se convirtió en una estadÃa (muy necesaria) de tres dÃas, durante la cual Carol me hizo compañÃa, me vio dormir, leyó un libro en la penumbra de mi habitación, llevó a mis hijas a la escuela y de regreso, preparó meriendas y, en general, mantuvo la maquinaria del hogar en marcha.
Entre sueños, de tanto en tanto podÃa escuchar a Carol en la cocina de nuestra casa, riendo con las chicas, jugando juegos de mesa o simplemente siendo abuela.
Se sintió bien escuchar la alegrÃa de sus voces. Fue reconfortante y me hizo sonreÃr.
Mientras seguÃa en la cama, me cayó la ficha: Carol estaba devolviendo la normalidad a la rutina de la casa y, al hacerlo, me permitÃa ser paciente de tiempo completo.
Como personalidad crónica de tipo A que soy, tiendo a estar al pendiente de T-O-D-O y trato de mantener las cosas bajo control. Pero transitar la quimioterapia consume mucha energÃa y caà en la cuenta que no puedo hacerlo todo.
Ver la normalidad restaurada en una parte de la rutina de mis hijas apaciguó mi ansiedad tipo "A" y alivian
ó mi carga mental. Me permitió concentrarme en ser paciente de tiempo completo, sintiendo tranquilidad que, al menos por un tiempo, es bueno poder soltar.
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