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Cuando falta energía para mantener el estilo...


Durante los primeros días del segundo ciclo de quimio —¡ojo! yo ya voy por el tercer ciclo y esto es sólo una reflexión demorada—, usé un dispositivo electrónico para prevenir las náuseas. Dada la intensidad de mis náuseas durante el primer ciclo de quimio, estaba dispuesta a probar cualquier accesorio que me ayudara a evitar el mismo zarandeo en barco, y este aparato no sonaba nada mal.


Tomé el dispositivo, lo puse alrededor de mi muñeca derecha y lo mantuve encendido durante unos días. Al principio todo salió bien, pero luego me empezó a molestar. Mi piel se irritó y mi antebrazo se hinchó un poco. Entonces, hice lo lógico: me asusté.


¡Ese es mi brazo de quimio y no puedo estropearlo! —pensé para mis adentros. Y en cuestión de minutos, harta de tener perspectiva, percepciones de la vida y la noción misma de estilo, rompí a llorar...

¡Estoy cansada de ser una paciente! —grité mientras mi hija de trece años me abrazaba. ¡Estoy cansado de las pequeñas cosas que se empiezan a desmoronar!


¿Por qué no escribís sobre eso? —dijo ella con su sabiduría adolescente.


Así es como aquí estoy, frente a la pantalla y el teclado, preguntándome qué es lo que me enoja tanto y me pone tan mal.


Mientras lo pienso, me doy cuenta que no es el brazo hinchado, la piel irritada o el dolor. Es lisa y llanamente la falta de C-O-N-T-R-O-L.


Todas las pequeñas cosas que suceden sin previo aviso reconfortan que, en este asunto del cáncer y la quimio, yo no llevo la batuta y hay poco sobre lo cual tengo control. Sin embargo, soy yo quien sufre las consecuencias. ¡¿Dónde está la justicia en eso?! —me preguntó yo.


Alguien me dijo hace tiempo que no puedo ir por la vida buscando siempre la justicia en las cosas. Y si bien esa filosofía no me gusta, empiezo a ver que puede tener cierta verdad. Lo cierto es que no hay justicia en el cáncer o la quimio. Todo (incluidos los antebrazos hinchados) apesta. Y a veces el lado positivo se vuelve difícil de encontrar.


Cuento corto, la conclusión en este asunto es la siguiente: de vez en cuando (unos minutos, unas pocas horas o un rato largo), puede que necesite bajar la guardia y desmoronarme. Y cuando eso suceda, está bien (por un rato) enojarse y dejar el estilo atrás.


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